"[...] Y si una mayoría juzga privilegiar cierto bien común sobre la protección de una obra arquitectónica o urbana, como parecía ser el caso de muchos quienes apoyaban el viaducto elevado de Peña Nieto pese a que transformaría radicalmente el paisaje urbano de las Torres de Satélite, ¿la minoría, culta y educada, deberá imponer sus gustos?"
Plan maestro de Ciudad Satélite. 1958.
Y aquí el sentir del gran creador de estas imponentes esculturas: Mathias Goeritz (sí, desmeritando un poco al 'gran' Barragán, creador secundario, a mi gusto, de las torres):
"Las Torres de Satélite para mí eran pintura, eran escultura, eran arquitectura emocional... Para mí, absurdo romántico dentro de un siglo sin fe, han sido y son un rezo plástico."
Un rezo plástico que iluminó la doctrina y dogma de la arquitectura mexicana del s.XX. Una época de arquitectura moderna impecable, conmovidos por el cubismo, la máquina y el arte colectivo.