La noticia me llegó el lunes vía Twitter. Me refiero al asesinato (porque es la palabra del acto cometido) del arquitecto
Javier Serrano (1982-2011), hijo del también arquitecto Francisco Serrano y hermano de Juan Pablo Serrano, conocidos y respetados en el gremio. Comenté la noticia con algunas personas, me impactó por dos razones: se trataba de un joven arquitecto, apenas 29 años y también porque aunque nunca lo conocí en persona, sí teníamos mucha gente en común, profesores y arquitectos. Se trata de una muerte producto de la violencia en la que vivimos actualmente los mexicanos, y como dijera
Alejandro Hernández en su
columna “No es uno más porque ninguno es uno más en esa larga, espantosa lista”. No quise hacer mención alguna en este sitio por respeto a la víctima, pensé que si yo no lo conocía no tenía porque “colgarme” del dolor ajeno, pero el viernes leí el texto que
Emmanuel Ruffo me compartió vía Facebook y me hizo entender que la muerte de Serrano también me afecta no únicamente por la profesión que compartimos o por la gente en común que tenemos, sino porque yo soy parte de la realidad y la violencia que a él le han quitado la vida.
A continuación les comparto el texto que firman Ruffo y Betanzos:
Sony DSC
YO SOY EL OTRO
(14.07.11)
Parecía un día común; un inicio de semana más; sin embargo, no lo fue, desafortunadamente. Una noticia que de acuerdo a la versión oficial representa una cifra más, es en realidad una tragedia familiar, colectiva al final del día. Un acto, a decir de algún funcionario estatal, que era apenas “una llamada de atención”. Pensemos que fue bien intencionado lo dicho por él. Lo asumimos como tal y aquí estamos respondiendo.
Siempre resulta triste cuando alguien muere pero es humillante cuando muere en un ambiente hostil. En ése donde la muerte siempre está acechando. A pesar de ello creemos que la indignación no merece la perdida de la razón, exige por el contrario, compromiso.
Lo anteriormente escrito -al menos así lo sentimos- es la mejor forma de honrar la memoria de Javier Serrano Orozco (1982-2011), arquitecto, hijo, hermano, amigo, mexicano, y tantos otros sustantivos más que no serán suficientes al nombrarlo. Al mismo tiempo, es la forma de recordar también a todos los que han sido asesinados y de quienes no sabemos sus nombres ni conocemos de cerca el dolor de sus familias; sin embargo, todos forman parte tristemente, a final de cuentas, igual que nuestro querido amigo, de una estadística. No queremos que siga siendo de esa forma.
Es fácil caer en el señalamiento de culpables y en el comentario superfluo que intenta -en el mejor de los sentidos, si es posible- tratar de atar los hilos sueltos de algo que sólo es justificado entendiendo la barbarie que enfrentamos en el mundo pero particularmente en México, día a día. La realidad es que, bajo estas circunstancias, ninguna muerte está justificada. Mucho menos cuando se han evidenciado las imprecisiones que acarrea una “estrategia” que sólo distingue -por el cumplimento de objetivos- a los “malos”, y a los “buenos”.
En este país vuelto de cabeza, donde la misma situación ha convertido a millones de personas en seres cada vez más individualistas y faltos de generosidad, debemos ser claros en nuestras ideas. No podemos intentar subir ensimismados e indiferentes por una escalera que funciona como única salida de emergencia. Ésta no es la solución; por el contario, es una ruta al revés, que sólo nos hace descender. Tampoco creemos que ésta sea la única posición válida para aportar soluciones. Creemos en el error pero consideramos que el mayor de ellos es callar. “Vivimos” -más bien, “sobrevivimos”- siempre con la apatía de hablar por temor al menor movimiento de ese cuchillo que nos han puesto en la garganta si queremos opinar.
Hoy, más que nunca, necesitamos ideas y planteamientos concretos que conlleven soluciones. Debemos exigir que nada nos sea indiferente. Comprender que la pérdida de “un alguien” es la pérdida de los nuestros, de uno mismo; el duelo es de todos pues las personas asesinadas hacen falta en este mundo, en el presente y en el futuro. Muchas de ellas eran voces que señalaban el camino cuando el caos impera.
No hemos sido consultados para venir al mundo; pero exigimos que nos consulten para vivir en él. Hay un país distinto, otro México, en algún lugar. ¿Qué tal si comenzamos a buscarlo en nosotros mismos a partir de hoy? Que ninguna muerte sea olvidada; que se dignifique la VIDA -sí, con mayúsculas- con un compromiso personal y colectivo; que la voz de los muertos resuene siempre en nuestros cerebros para que así se imponga la razón y sobre todo, la humildad de ser y vivir para nosotros mismos y, evidentemente para nuestros semejantes.
Martin Luther King nos enseñó a soñar; Mahatma Gandhi a creer en la paz a través de la no violencia; John Lennon a imaginar un mundo en armonía. Hoy, nuevamente necesitamos de sueños, de paz y de armonía. Necesitamos esperanzas que nos mantengan alertas para en verdad poder ayudar; para estar realmente conscientes de que buscando soluciones reales y en equipo, podremos salir adelante.
Amigos: las realidades del hoy son el futuro de nuestros hijos. Repliquemos los sueños, no las pesadillas.
Tenemos el sueño de que:
■ Nuestra nación crezca y se fortalezca para luchar contra las fuerzas destructivas del narcotráfico con sensibilidad, inteligencia y compromiso.
■ Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestra madre, nuestro hijo, nuestro amigo, nuestros vecinos, el viandante que nos hallamos a cada momento, no busque más esa droga que tanto afecta a él y al país.
■ De que el día de hoy todos ellos dejarán las armas y las drogas, y dedicarán un momento a la familia.
■ De de que el día de hoy ninguno de los nuestros llegará a casa con manchas de sangre de una lucha por el control del país.
■ De que el destino de un hijo que esperamos con ansias no se vea marcado por la perforación de una bala.
Por lo tanto:
■ No estaremos satisfechos hasta el día en que la guerra con armas se acabe. Cada pérdida humana por una bala, nos hiere a todos.
■ No estaremos satisfechos hasta el día en que exista un diálogo, no una guerra. Cuando sea la palabra la que concientice, no la violencia.
■ No estaremos satisfechos hasta ver a nuestro pueblo alejarse de las drogas. Queremos ser parte de un gremio íntegro que motive a la nuevas generaciones a ser personas comprometidas.
■ No estaremos satisfechos hasta que la situación del día de hoy cambie. La batalla no se da con armas; se da con la claridad del cerebro y la apertura del corazón hacia los demás.
■ No estaremos satisfechos hasta que las drogas se terminen y no en el mundo sino en nuestra familia.
■ No estaremos satisfechos hasta que nuestros dirigentes o representantes en el gobierno asuman con sensibilidad el severo problema de violencia e inseguridad que agobia a nuestro país.
El México del mañana se construye hoy. Contigo, por tu futuro y el de México…
Marcos G. Betanzos y Emmanuel Ruffo Calderón D.
Esta iniciativa ha sido paralelamente publicada en:
+) http://www.facebook.com/notes/marcos-betanzos/yo-soy-el-otro/191266507593295
+) http://radioarquitectura.com/blog/?p=1875
+) http://emmanuelruffo.squarespace.com/lectures-presentations/2011/7/15/yo-soy-el-otro.html
